La Enfermedad de Parkinson es conocida principalmente por sus síntomas motores tales como temblor en reposo, bradicinesia y rigidez muscular; sin embargo, estos son algunos de los síntomas que puede causar esta enfermedad.
Además del impacto a nivel motor, la EP suele estar caracterizada por deterioro cognitivo, alteraciones anímicas y en el sueño, entre otros; afectando ello la calidad de vida del paciente, lo cual, dado su impacto, no debe ser desestimado.
A nivel cognitivo esta enfermedad incide principalmente en las funciones de velocidad del procesamiento de la información, memoria, atención y funciones ejecutivas. Esto puede manifestarse como deterioro cognitivo leve o terminar, en algunos casos, en demencia.
Es importante conocer que el deterioro cognitivo no siempre tiene un impacto significativo en actividades cotidianas o en la independencia de la persona, pero sí podrían hacerse evidentes dificultades sutiles en la resolución de tareas más complejas, muchas veces las requeridas en el ámbito laboral.
Por otro lado, la EP puede provocar alteraciones en el estado de ánimo, generando estados de depresión o ansiedad. Esto podría deberse por un lado al impacto que el diagnóstico tiene en la persona, ya que su propio proyecto de vida suele verse afectado; y por otro lado, puede estar relacionado con la aparición de sentimientos de vulnerabilidad y sensación de impotencia ante la situación que le toca vivir.
Además, como indica la Lic Raquel Krawchik, quien fue entrevistada por Tramas como referente de la temática, la EP puede desencadenar en la persona sentimientos de inutilidad por pérdida de su autonomía general y sentimientos de culpa por pensarse una carga para su familia o por hacer que los seres queridos sientan angustia, lo cual impacta significativamente en el estado anímico de la persona (accedé a la entrevista completa haciendo click aquí).
La Dra. Beatriz Gómez refiere en su artículo “Enfermedad física crónica”, publicado en Enciclopedia Argentina de Salud Mental (dic, 2020) que ante este escenario se hace indispensable que la persona ponga en marcha nuevas estrategias de afrontamiento que le permitan lograr un equilibrio entre la realidad de la enfermedad y la capacidad de auto sostén personal, que habilite a la persona a estar más preparada para mantener la continuidad de su vida cotidiana. Es cuando este equilibrio no se logra que la intervención psicológica se torna indispensable. A partir de los expuesto sostenemos desde Tramas que un abordaje integral, que abarque conjuntamente los síntomas motores como los no motores, resultaría en un tratamiento de mayor eficacia respecto al objetivo principal de generar una disminución de sufrimiento y una mejoría en la calidad de vida tanto de la persona quien padece como de su entorno más cercano.