Cuando los miedos se convierten en fobias

Los miedos son comunes en la infancia y están vinculados a la constante aparición, característica de este período evolutivo, de situaciones novedosas. Es importante entender que cuando hablamos de miedos, no necesariamente hablamos de fobias. El miedo a la oscuridad, a algún animal, al agua, o ciertas sensaciones o a quedarse en un lugar desconocido son comunes en la niñez y la adolescencia. Podemos pensar que la situación de temor se vuelve problemática cuando su frecuencia o intensidad comienza a interferir en el desenvolvimiento cotidiano del niño o adolescente. 

¿Cuándo hablamos de fobia? ¿A qué señales deberíamos estar atentos?

Cuando el miedo causa angustia extrema, afectando áreas significativas de la vida de la persona: posee un alto nivel de malestar, afecta su rendimiento académico o interfiere en las relaciones sociales. Esta angustia suele presentarse en forma de llantos, gritos, berrinches, o agresividad al estar expuestos al estímulo o situación temida.

Cuando la tendencia en el comportamiento es evitar las situaciones que causan miedo: hay resistencia o se deja de asistir a determinados lugares (escuela, fiestas, exámenes, lugares con mucha gente); la intensidad de la reacción ante determinados objetos o sujetos (agujas, médicos, insectos, animales, etc) es tan intensa que inmediatamente produce una retirada. 

Cuando estas señales aparecen podemos decir que se ha desarrollado una fobia. La fobia es una reacción aprendida que ante la intensidad del temor produce la conducta de evitar el objeto o la situación temida. 

La fobia específica es uno de los trastornos psicológicos más comunes que afectan a niños y adolescentes y sus características son: 

  • Aparece típicamente en la niñez y la adolescencia temprana. 
  • Se manifiesta un temor excesivo en relación a lo que se considera apropiado para la edad o el desarrollo del joven.
  • Se produce una reacción de ansiedad inmediata al exponerse a un objeto o situación temida.
  • Se observan reacciones de evitación a objetos o situaciones que persisten durante al menos 6 meses.

Las fobias más comunes son:

  • A animales (perros, gatos, pájaros, roedores, insectos, etc)
  • Ambientales (alturas, tormentas, ruidos fuertes, lluvia, oscuridad, etc)
  • Situacionales (lugares cerrados, ascensores, vuelos, vehículos de transporte, etc)
  • A sangre o intervenciones médicas (sangre/inyección, procedimientos médicos, etc)
  • Otras (miedo a vomitar, disfraces, taxidermia, etc)

En conclusión

A lo largo de los años se ha subestimado el malestar y las consecuencias negativas ocasionadas por la fobia específica en niños y adolescentes. Pero es de suma importancia saber que esto puede convertirse en un obstáculo para el desarrollo y en una situación de gran sufrimiento.

Es por eso que la detección e intervención tempranas pueden fomentar el manejo del miedo y la ansiedad y favorecer el crecimiento y desarrollo para una mejor calidad de vida.

Consultar con un profesional especializado ante señales de aparición de una fobia es de gran importancia para poder determinar si es necesaria una intervención psicoterapéutica o de orientación para cuidadores.

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